Período de efemérides


Se acercan dos fechas señaladas en el calendario de la reivindicación. Por una parte, el 28 de abril, día mundial de la salud y la seguridad en el trabajo y, por otra, el 1 de mayo, día de los y las trabajadoras que surge de la conmemoración y denuncia del asesinato en 1886 de los llamados “Mártires de Chicago” por su participación en las movilizaciones en las que exigían la jornada laboral máxima de 8 horas diarias.

Ambas efemérides parecen seguir teniendo mucho sentido pues tanto la salud en el trabajo como las condiciones laborales se mantienen en continuo retroceso de mano de la desregulación creciente de las relaciones laborales, la flexibilidad, la temporalidad,… en suma, lo que llamamos precariedad laboral, la cual, a su vez, se suma a otras precariedades en los ámbitos de la vivienda, la salud, el ocio, el transporte, el consumo, …

Si bien todo ello es cierto y, por ello, bien debiéramos dar un mayor contenido de lucha y compromiso a estas jornadas que han ido derivando en lo meramente testimonial, más cierto es que hoy en día se siguen dando situaciones de vulneraciones extremas de las condiciones de trabajo y de vida tales como las que han motivado otra nueva efeméride, la de la masacre de Bangladesh, el 24 de abril.

En 2013, más de 1100 trabajadoras murieron y más de 2000 resultaron heridas al derrumbarse el edificio en el que trabajaban, el Rana Plaza, en condiciones deplorables en cuanto a duración de jornada, seguridad de las instalaciones, salario, etc, elaborando ropa para marcas como Mango, Beneton, Inditex, Primark o El Corte Inglés.

No obstante, no parece que el sindicalismo actual dedique excesiva atención a dicha tragedia pues ni la denuncia ni la visibiliza, mucho menos hace nada para que no se vuelva a repetir. Son organizaciones pequeñas, defensoras de los derechos sociales las que están llevando a cabo la tarea de pelear contra el olvido, un olvido que nos llevaría a la negación en la práctica de los hechos, como si aquello nunca hubiera ocurrido, como si nuestra ropa no estuviera manchada de sangre, sudor y lágrimas. Lamentablemente, no actuar en este terreno no paga un precio en la competencia intersidical como sí lo haría no salir a la calle, por ejemplo, el 1 de mayo.

Este año, en Iruña, han sido Setem, la Campaña Ropa Limpia, Martes al Sol y Traperos de Emaús los agentes que han llevado a cabo un acto de denuncia y de recuerdo el 24 de abril, frente a una tienda de Mango. En el mismo reclamaban medidas concretas como la renovación del Acuerdo de Seguridad y contra incendios en la fábricas de Bangladesh, interpelando al Gobierno y Patronal de Bangladesh y también a las marcas de ropa, responsables de la situación.

Por otra parte, parece que está proliferando en la zona, haciendo frente a la represión y las dificultades, un movimiento sindical protagonizado por mujeres que lucha por dignificar sus trabajos y sus vidas. Algo en lo que solidariamente se debería implicar el movimiento obrero que se reclama internacionalista.

Pero no sólo debemos dirigir nuestras miradas a dirigentes, empresas, incluso sindicatos. Tenemos que ver en qué contribuimos individualmente y como sociedad con nuestras formas de consumo para que estas relaciones infames de producción-consumo se sigan dando de una forma tan injusta. Debemos hacer una lectura crítica de la realidad, de cómo nos la presentan y de cómo la aceptamos, en caso contrario, podemos ver con estupor cómo la conmoción y la aflicción es mayor para Notre Dame que para el Rana Plaza. Algo que nos define.




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