Decir ¡que viene VOX!, es llamarle


Tengo la impresión de que Vox -“voz” en latín (la cual parece existir sólo en sus cabezas, lo que da rienda suelta a la paranoia)- no debe convertirse en el centro de nuestras preocupaciones, y de que no lograremos desterrarlo del escenario político y social combatiendo a Vox, sino cumpliendo nuestro papel, esto es, haciendo nuestras tareas político-sociales.

Entiendo que Vox es el partido que dice a gritos sus grandes verdades que son rotundas mentiras, y que apuesta por imponerlas (por imponerse) de forma tan autoritaria como sea necesario y sus fuerzas se lo permitan. Su terreno de juego es del enfrentamiento frontal, verbal y físico, necesitando de sparrings para su ejercicio.

Pero cuando el conjunto de las fuerzas políticas no dice la verdad abre espacio a las mentiras rotundas de Vox. Cuando la democracia es una democracia sometida, y se necesita cada día más autoritaria, abre paso a cualquier forma de autoritaritarismo, fascismo incluido. Si, además, esa política democrática es una política secuestrada que no resuelve los problemas de la gente, abre paso a esas soluciones falsas derivadas de esas mentiras rotundas.

Intento explicarme. Venimos de un modelo de sociedad definido como “estado del bienestar”, un modelo que nos ha garantizado prestaciones y niveles de consumo elevados en unas sociedades enriquecidas debido a la capacidad del capitalismo para extraer crecientes beneficios de la expropiación de recursos, naturales y humanos, en otras partes del planeta. Naturalmente ese modelo económico contribuyó a una desactivación política y social, a una democracia reducida al voto y a la existencia de unas libertades que no necesitaban ejercerse, meramente formales, por tanto. Comodidad y libertad parecen guardar cierta incompatibilidad.

Esa fase expansiva del capitalismo ha llegado a su fin, algo que tendríamos que haber aprovechado para profundos cambios de rumbo, pero no lo hemos hecho sino que hemos permitido que derivase, como promesa de recuperación, a una fase intensiva de acumulación, que tampoco tiene salida y que no puede abocarnos sino a alguna forma de colapso, caótico y generador de sufrimiento en un grado difícil de prever.

Ninguna propuesta política apuesta por ese cambio de rumbo, sino por la recuperación del anterior: brotes verdes, exigencia provisional de sacrificios para recuperar un futuro de superabundancia, promesa, en definitiva, de mantenimiento de la sociedad del despilfarro, sin plantearnos, con una cierta seriedad, las exigencias de ese cambio de rumbo hacia un cierto grado de austeridad digna, igualitaria y universalizable, una sociedad vivible, una economía al servicio de las personas, capaz de satisfacer nuestras necesidades, fuera de la primacía de la acumulación de beneficios. Opción que tendríamos que haber ejercido hace tiempo, pero que nos somos capaces de plantear ni tan siquiera cuando quiebra el modelo inverso, el de la acumulación de beneficios y los incrementos de inversión y desarrollismo.

Pero cuando no somos capaces de plantear una opción alternativa porque resulta dura y poco vendible, abrimos paso a las mentiras rotundas de Vox. Cuando no somos capaces de rescatar la política y de devolverle un impulso democrático (participativo), abrimos paso al autoritarismo de Vox. Cuando no somos capaces de trabajar por una sociedad justa e igualitaria y en contra de la competitividad y el individualismo abrimos paso a la guerra entre pobres, que es lo que vende Vox y con lo que trata de tentarnos cuando nuestros miedos miran a quienes son más pobres que nosotros.

A VOX no le venceremos entrando al enfrentamiento creciente, es su terreno y nos acerca al terreno de la imposición, a lo autoritario. Tampoco optando por otras opciones “menos malas” (eso a lo sumo permitiría retrasarles, pero les sigue preparando el terreno). Solo podremos vencerles trabajando en otro terreno, en el de la primacía de la igualdad y de la democracia implicativa, o sea, modificando el humus en el que Vox puede aflorar. Una especie de no prestarles una forma de atención que los convierta en centro de la situación.

Esa excesiva atención, esa no actuación por reacción no es ninguna forma de indiferencia. Vox es un partido perverso, que se basa en el individualismo cainita y autoritario que existe en nuestra sociedad y al hacerlo aflorar lo alimenta.

Aun no siendo la única, la propuesta autoritaria de Vox es perversa porque se corresponde en política con el endurecimiento económico a que está abocado a corto plazo nuestro modelo capitalista.

Es perversa porque en un hipotético escenario futuro post-colapso va a hacer que entren con fuerza y prevalezcan los comportamientos más individualistas y belicosos. El entrenamiento en la guerra de pobres nos conducirá a una guerra entre las personas, todas contra todas.

Tiene una tercera perversión: están haciendo trabajar mucho a Satanás, obligándole a cavar a destajo para hacer un infierno más profundo y oscuro, en correspondencia a la sociedad-infierno a la que nos conduce Vox.

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