A cambio de nada


“A cambio de nada”, así empieza el artículo de un dominical que nos cuenta cómo Sam Altman, un joven e influyente empresario en Silicon Valley, pretende llevar a cabo un estudio de investigación sobre los efectos de la Renta Básica Universal. Para ello 1500 personas, hombres y mujeres en igual proporción, de entre 21 y 40 años, de dos ciudades, de dos estados diferentes de EEUU, recibirán unos mil euros al mes durante cinco años. El objetivo, ver cómo la generación previsiblemente más afectada por la tecnologización y la robotización emplea el tiempo y el dinero, es decir, comprobar qué hacen con sus vidas bajo unas condiciones distintas.
“A cambio de nada” decía el artículo, pero no parece que se trate precisamente de un ejercicio de filantropía, más bien al contrario. Pretenden observar y describir las conductas de una selección de sujetos de tal modo que puedan contar con más datos a la hora de definirnos la realidad futura y nuestro papel en ella, siempre, claro está, para mayor gloria de Silicon Valley, sus prometedores ejecutivos y su capitalismo de nuevo cuño, que no deja de ser sino una exacerbación más del ya conocido y exacerbado mil veces capitalismo original.

Así, lo cierto es que les vamos dando todo, a cambio de poco, de migajas cada vez más escasas y corrompidas por las que debemos competir. Experimentan con nuestras vidas, les damos el big data, la fuerza de trabajo, el consumo, los votos... Incluso las ideas y los conceptos. Conceptos que vamos generando, con mayor o menor acierto, con la intención de aportar soluciones a nuestro maltrecho mundo. Por ejemplo, La Renta Básica, pensada desde lo social como herramienta liberadora, instrumento generador de mayor igualdad, redistribuidor de los bienes. Pues bien, la pretenden mutar en subsidio, en mal menor, en control social. Y todo ello, por supuesto, sólo para determinados sectores sociales de nuestras sociedades occidentales. Para el resto del mundo, para la gran mayoría de la humanidad, lo de siempre y sin paliativos: miseria, hambre, enfermedad y guerra.
Lo mismo sucede con la idea de reparto del trabajo, nacida para posibilitar una mejor vida para todas y todos trabajando menos, cuando el capitalismo lo ha degenerado en mini-jobs, en trabajo a tiempo parcial involuntario o en el Job sharing, una fórmula elitista que permite compartir un puesto de trabajo en las altas esferas.
¿Qué significa hoy en día “economía colaborativa” aparte de precariedad? Ecología, feminismo, democracia,… todo es susceptible de ser tragado por la hidra de siete cabezas.
De la utopía a la distopía sólo hay un paso y debiéramos poner todos los medios para evitar darlo. No nos rindamos y recuperemos nuestras ideas y conceptos liberadores sin dejar que nos los pongan en marcha modificados y amoldados a los intereses más mezquinos de la acumulación desarrollista. Sabemos que nada nos darán a cambio de nada.

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