Estupidez 4.0, ¿la nueva involución de la humanidad?


Son palabras de Stephen Hawking, "el desarrollo total de la inteligencia artificial podría propiciar el fin de la raza humana. Los humanos, limitados por la evolución biológica, no podrán competir y serán superados por las máquinas".

No hay Pepito Grillo que valga, el avance parece imparable, aunque todavía es difícil saber hacia dónde avanzamos. Lo cierto es que se vislumbran distintos finales para la raza humana y el desarrollo de la inteligencia artificial no deja de ser uno más. La cuestión primordial es cómo afrontar, más que la inteligencia externa, nuestra propia estupidez, que crece de forma correlativa a los desarrollos tecnológicos que posibilitamos, incapaces de integrar una finalidad humana.



Las leyes de la robótica de Asimov, dirigidas a asegurar que la máquina (robot) no pueda dañar a la humanidad, no encuentran parangón en las esferas de la política y la economía. Padecemos un capitalismo Terminator, atrapado en las dinámicas de la competitividad, que toma decisiones propias y que carece de mecanismos de frenado, aumentando así la velocidad de aproximación al desastre. Es precisamente esta aceleración en el acontecer de la Historia el que nos pone en un brete. Mientras nuestra capacidad de razonar individualmente y de articular respuestas colectivas se mantiene constante, los cambios y los retos por unidad de tiempo se multiplican. Si el neolítico se desarrolla en cientos de años y la revolución industrial en décadas, ahora nos enfrentamos a cambios profundos en pocos años. Tuvo mucho tiempo la humanidad para aprender a usar el fuego y la rueda, ahora tenemos muy poco tiempo para saber manejarnos con los explosivos descubrimientos tecnológicos.

Es difícil saber si la robotización, la impresión 3D, la inteligencia artificial o la biotecnología van a generar una destrucción masiva de puestos de trabajo o si la aparición de nuevos empleos va a amortiguar su impacto; si la humanidad va a perder el control sobre todo ello y el colapso económico y ecológico va a abrir paso a un mundo más desigual y autoritario o si nuevas tecnologías van a poder solucionar o paliar algunos de los problemas más graves que tenemos. Aunque se trata de una realidad que pronto vamos a poder constatar, hay escenarios previos que debemos resolver: el incremento de las desigualdades, los límites ecológicos sobrepasados ya, la diferenciación del trabajo fruto del patriarcado o el empobrecimiento vital y humano que afecta a nuestras sociedades. Nuestra actuación sobre estos problemas debiera condicionar la evolución de los acontecimientos en un sentido o en otro, pero, hoy por hoy, esos problemas se toman solo como efectos colaterales del tótem desarrollista.

En el aquí y ahora es donde nos tenemos que mover para lograr cambios globales y en el tiempo. Navarra, siglo XXI: paro, exclusión, TAV, VW, … Mientras una precariedad integral (social, laboral, energética...), anida en amplios sectores sociales, parecemos preocuparnos más por garantizar una productividad y un desarrollismo desbocados. Debemos dirigir nuestros esfuerzos a esbozar un proyecto que aúne el cuidado de las personas y del territorio, lo cual entra en contradicción con seguir participando, en diversas medidas, del capitalismo, ansiando sus mieles, por otra parte, cada vez más indigestas y escasas.

En la antesala del fin de la historia o de una nueva última oportunidad para la humanidad (dejemos este debate para quienes ven la botella medio vacía y quienes la ven ya hecha añicos), vivimos un mundo precario y desigual que el mero uso de la “inteligencia bruta” no puede resolver, más vale maña, más nos vale buscar soluciones menos estúpidas.

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